Hiperconectados Homoestreaming

Pablo Amarilla coteja el concepto de “Hiperconectados” con la idea del “Homostreaming” ante la política

Palabras Claves: Hiperconectados; Homostreaming; Política; Educación; Luis Alberto Riart


PRESENTACIÓN

En este artículo, Pablo Amarilla responde a la propuesta de Luis Alberto Riart de usar la publicidad como herramienta pedagógica. Plantea que el problema no es solo de educación, sino de deseo y de cómo nos relacionamos emocionalmente con la información. Propone repensar la comunicación como un espacio simbólico que despierte conciencia y permita elegir de forma más auténtica.


PUNTO DE PARTIDA

Luis Alberto Riart propone, en su artículo publicado en NEA HOY, que la publicidad se transforme en herramienta pedagógica para fortalecer la democracia. Un planteo lúcido y bien intencionado que sin embargo nace —y esto es clave— desde una mirada institucional que no termina de rozar el conflicto real de nuestro tiempo: la disputa por el deseo.

Porque si algo define al sujeto contemporáneo no es su déficit de información, sino la fragmentación de su atención y la precariedad de su impulso vital. Por eso ya no se trata de enseñar más o mejor, sino de comprender por qué hay millones de personas que, aún sabiendo, eligen desconectarse.

¿El problema es el Homostreaming?

Riart parte de una idea que comparto parcialmente: que el fenómeno del Homostreaming (esa forma intermitente y emocional de vincularse con lo político) representa un desafío. Pero discrepo en su diagnóstico. El Homostreaming no es apatía ni síntoma de ignorancia. Es, en muchos casos, una forma legítima de autonomía emocional frente a un ecosistema tóxico. No deberíamos leerlo como un fracaso de la ciudadanía, sino como una forma —aunque imperfecta— de resistencia ante la manipulación afectiva que ejercen tanto los medios como los discursos partidarios.

La pedagogía como horizonte: ¿es suficiente?

La propuesta de una publicidad pedagógica, guiada por design thinking y sensibilidad social, suena razonable. Pero quizá subestima el carácter estructural del problema. La crisis no es sólo de mensaje, sino de arquitectura. El algoritmo no selecciona por claridad, ni por verdad, ni por profundidad: selecciona por intensidad emocional y por repetición.

No basta entonces con enseñar a distinguir lo verdadero de lo falso. Hay que comprender por qué incluso las personas que saben que algo es falso, lo siguen compartiendo. Y esa respuesta no está en la pedagogía, sino en el deseo, en la ansiedad, en la identificación simbólica.

¿Publicidad pedagógica o intervención simbólica?

La comunicación ya no es un canal entre emisor y receptor. Es un campo de tensión simbólica donde circulan heridas, traumas, imágenes-verdad y códigos de pertenencia. En ese campo, la publicidad no debe asumir un rol docente, sino uno mucho más sutil: ser una fuerza simbólica que provoque conciencia desde adentro del relato dominante.

Esto no se logra bajando línea ni citando expertos. Se logra instalando imágenes que activen el pensamiento lateral, piezas simbólicas que no den respuestas, sino que despierten preguntas. No necesitamos más campañas educativas. Necesitamos experiencias que fracturen la lógica del adormecimiento emocional.

¿Más ciudadanía o más soberanía interior?

Tal vez el problema no sea que hay poca ciudadanía. Tal vez el problema es que la noción de ciudadanía ha sido vaciada de deseo. Se convirtió en una rutina burocrática, una palabra que sólo aparece cada cinco años. Frente a eso, lo que urge no es más formación cívica, sino más contacto con el propio deseo, más lenguaje para nombrar lo que se siente, más espacio para narrar lo que duele.

Eso es lo que puede ofrecer la comunicación simbólica: no un manual de participación democrática, sino un espejo roto donde cada uno encuentre una pieza para armar su verdad.

A modo de cierre

Agradezco el texto de Riart porque pone sobre la mesa una pregunta vital: ¿cómo reconectamos a las personas con lo público? Pero me permito proponer otro camino: menos pedagogía, más desprogramación simbólica. Porque sólo cuando una persona desactiva las narrativas que la tienen anestesiada, puede empezar a elegir por sí misma.

Y eso, al fin y al cabo, es el acto más político que existe.


Es posible leer el artículo original de Luis Alberto Riart en este sitio: “Homostreaming, Pensamiento de Diseño y Pedagogía: PUBLICIDAD PARA MÁS CIUDADANÍA” en: https://medium.com/@luis.riart/homostreaming-pensamiento-de-diseño-y-pedagogía-publicidad-para-más-ciudadanía-a203968ce26d

Sobre el mismo tema Riart escribe en este sitio: «Una propuesta de aproximación pedagógica al fenómeno emergente de los ciudadanos “HOMOSTREAMING” https://www.poramoralparaguay.com/homostreaming-una-propuesta-de-aproximacion-pedagogica-a-los-consumidores-a-medida-de-la-politica/

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